Titre Compte rendu de l'accident du 28 mars 2021
Résumé Extrait du blog Ozono Espeleo (https://blogozonoespeleo.blogspot.com/2021/04/accidente-y-rescate-del-vitri.html)
Accidente y rescate del VitriComo muchos ya sabéis, el pasado 28 de marzo, nuestro compañero Jesús (Vitri) sufrió un percance mientras descendía una torca en la zona de Buzulucueva, cerca de Bustablado, en compañía de otro Ozono, David, y de otros dos amigos. La mala suerte quiso que un bloque desprendido de una repisa superior fuese a estrellarse contra su pierna derecha, provocándole una fractura de tibia. Tras dispensarle una primera asistencia sus propios compañeros, fue David (quién mejor para estos menesteres... ) el que se apresuró a salir al exterior para solicitar ayuda. Inmediatamente se puso en marcha todo el protocolo de espeleosocorro. Se montó el P.M.A. en Bustablado, y allí se empezó a congregar personal de distintos ámbitos: Cruz Roja, Protección Civil, GREIM, voluntarios del espeleosocorro, etc... Se formaron los equipos (4 en esta ocasión) que trabajarían dentro de la torca y se hizo acopio de todo el material necesario para el rescate. Enseguida los primeros equipos, entre los que se encontraba la médico, fueron acercados lo máximo posible en vehículos 4x4 a la boca de la cueva, para que llegasen hasta el herido, le diesen la necesaria asistencia médica y comenzasen con la instalación de las maniobras de socorro oportunas. Más tarde entrarían en cueva el resto de socorristas, hasta un total de unos 20 aproximadamente, con sus correspondientes zonas de trabajo. El tiempo pasó volando mientras se acondicionaban los pasos estrechos, así como las peligrosas (por el riesgo de caída de piedras) zonas verticales, para una cómoda, segura y rápida evacuación del herido. Éste, afortunadamente, una vez inmovilizada su maltrecha pierna, pudo colaborar bastante con los socorristas, de hecho ni siquiera fue necesario el uso de la camilla. Finalmente, a las 3:15 de la madrugada, Jesús salía por boca de cueva, de buen humor (como suele ser habitual en él), a pesar de las circunstancias. Pero mejor que sea el propio Jesús quién nos cuente cómo lo vivió él...
…La entrada a la cueva era bastante angosta, tras superar una zona de bloques de tamaño medio se llegaba a la primera estrechez tras la que se adivinaba un meandro descendente. El suelo se regaba un poco, así que mientras dos avanzaban, los otros dos de retaguardia nos entreteníamos rebajando un poco el suelo para favorecer la salida. El barro y las piedras sueltas nos permitían rebajar el nivel con relativa facilidad. La cabecera del primer pozo de unos 60 metros era francamente peligrosa, era un embudo de derrumbe con grandes bloques encajados en cuña y mucha piedra mediana en precario equilibrio. Se limpió concienzudamente la cabecera y se instaló la bajada que requirió tres fraccionamientos. Bajamos con un cuidado exquisito porque la base del pozo no permitía cobijo alguno. En la plataforma de la base se abría una ventana lateral por la que se accedía a otro pozo de unos 40 metros, tubular bastante limpio y totalmente vertical. Mientras David empezaba a instalar los anclajes, limpiamos la cabecera de las piedras que podían caer, en este caso parecía muchos menos peligroso que el anterior. Un pozo más de los muchos que hemos bajado. David con buen criterio, decidió fraccionar dos veces el pozo, cuando llegó a la base me dió el libre y empecé a bajar el primer tramo de aproximadamente unos 30 metros. A pocos metros de llegar al segundo fraccionamiento, desde arriba se oye: ¡PIEDRAS, PIEDRAS! Me acurruqué como pude pero al instante noté un golpe fuerte en la pierna derecha, más bien parecido a un latigazo. Seguía oyéndose ruido de piedras cayendo y desde arriba gritaban muy apurados: ¡A cubierto, hay más, hay más!! Desde abajo me gritó David ¿estás bien? Tardé unos segundos en responder: No, me ha dado y creo que tengo algo roto. Volví a apretar la palanca del Stop para pasar el último fraccionamiento. Allí, aunque realicé la maniobra lo más rápidamente que pude, al apoyar un poco la pierna derecha comprobé que algo no iba bien, que había un roce de hueso contra hueso. Llegué a la base de la sima con la prisa de quitarme de la vertical porque desde arriba nos seguían gritando que nos quitáramos, que estaban aguantando a pulso más piedras. Intenté apoyar la pierna derecha pero fracasaba el apoyo, así que ayudado en mi compañero y a la pata coja corrimos lo más rápidamente posible para alejarnos del tiro de las piedras. Tuvimos momentos de tensión porque el pozo no ofrecía ningún cobijo a la vista y seguían cayendo piedras, yo tenía miedo de que cayera algún bloque grande. Encontramos protección en una pequeña concavidad que continuaba en rampa y subimos lo más alto que pudimos, pero el suelo era de colada regada y resbalé. Para no dañarme más la pierna me quedé donde estaba, un poco entregado ya y confiando que el derrumbe no me alcanzara. Tras un tiempo que no sé precisar, puede que poco, cesó el ruido de piedras y tumbado en el suelo le dije a David que me quitara la bota de goma para ver un poco más el alcance de la lesión. Con la navaja la rasgó longitudinalmente hasta el tobillo, de manera que la pudiéramos sacar y acceder a la pierna con el menor movimiento posible. Cuando quedó la pantorrilla al descubierto vi una herida transversal en la espinilla como de 3 cm pero que no sangraba mucho, justo donde notaba el roce entre los fragmentos de hueso. Fue entonces cuando empecé a tomar conciencia de la magnitud de la lesión y de las horas que me esperaban allí. Fractura abierta de tibia, al menos, a 120 metros de profundidad y con la imposibilidad de salir por mis propios medios, en una cavidad peligrosa y con una zona muy estrecha en su parte inicial. La sala de espera tampoco es que fuera de lo más confortable, suelo irregular de piedras bastante punzantes, inclinado, húmedo, frío y con goteos de agua . Había que mantener la calma, había que poner en práctica nuestros conocimientos de socorro y primeros auxilios. Providencialmente y a pesar de bajar instalando, David llevaba su bote estanco con un kit de primera intervención: gasas, vendas de tela y autoadhesivas, férulas de inmovilización de aluminio adaptables y sobre todo un analgésico potente. Para entonces ya había bajado Magín con nosotros, después de retirar de la vertical alguna de las piedras que amenazaban con caer al pozo. Llegó angustiado por conocer el alcance del accidente, pero aportando una dosis extra de compañía y de apoyo. Procedimos a la limpieza de la herida, vendamos después con una venda fina de tela y sobre ella una plástica que pudiera actuar como hemostática. A continuación, modelamos las férulas de aluminio para la parte inferior de la pierna y los laterales y las aseguramos con más venda elástica, procurando enderezar y estabilizar la pierna Aprovechamos la bota hendida para ponerla como sujeción adicional y la volvimos a sujetar con vendas. El resultado fue bastante satisfactorio, la pierna quedaba razonablemente inmovilizada y cubierta. Como hemos dicho, el suelo era bastante incómodo, así que con las sacas vacías improvisaron una base más confortable. Magín tenía una chaqueta de plumas en su saca y me la puse debajo del mono para intentar mantener la temperatura, para ello me quité el arnés de pecho. El pélvico me lo dejé puesto por si me pudiera hacer falta para el rescate y volvérmelo a poner me parecía una tarea potencialmente muy dolorosa. No obstante me despojé de toda la ferralla. Magín también tenía un poncho impermeable que me colocaron por la cabeza y una manta térmica con la que me envolvieron lo mejor que se podía porque se enganchaba en los salientes de la roca y se rasgaba continuamente. Tomé algo de comida y algo de agua y me dispuse a esperar a que me sacaran... En algún momento Magín sugirió la posibilidad de sacarme entre David y él, reconozco que consideré fugazmente esa posibilidad. Ante una situación así hay una parte, importante, de ti que quiere salir cuanto antes, como sea. Es un reflejo de huída que mantenemos en lo más profundo del cerebro desde que éramos lagartijas; por segundos visualicé mentalmente como improvisar una pedala desde la rodilla derecha para subir por la cuerda haciendo toda la fuerza con el Pantin de la izquierda…Cualquier cosa que me acercara a la superficie podría valer, pero no.. David lo tuvo muy claro desde el principio y segundos después lo tuve claro yo también. Había que salir y pedir ayuda, había que esperar a que llegara la caballería. Decidimos que fuera David el que saliera a empezar el rescate porque conocía mejor los protocolos del espeleosocorro y le tocó a Magín la penosa tarea de acompañarme abajo en lo que sabíamos iba a ser una larga espera. Además solo 40 metros más arriba había otro compañero, Guy, que estaba solo, angustiado y preocupado por no conocer los detalles de qué ocurría abajo. Sin más demora, empezó a subir por la cuerda, cuando dejamos de verle eran las 4 .30 de la tarde. Al llegar a la cabecera del primer pozo, Guy le dejó pasar y le dijo que siguiera directamente hasta la calle que él se iba a quedar ensanchando un poco el paso estrecho. Me resultó imposible no pensar en cuando volverían, una hora para salir, otra hora para llamar al 112, dar detalles de la ubicación…otra hora tal vez para que llegaran los más rápidos, otra hora para reinstalar el maldito pozo de 60 con aquellos bloques amenazantes que no se sabía si eran pendants de la roca madre o obeliscos de punta sostenidos por el precario roce de unos con otros. 4 horas, otra más para bajar…las 9. A las 9 deberían estar de vuelta…antes imposible. Al menos 5 horas en el fondo de aquella torca húmeda, con goteos encima del poncho y tumbado sobre aquel lecho soportablemente incómodo. Gracias al analgésico, el dolor estaba bastante controlado, el más mínimo movimiento de la pierna para cambiar de postura, me recordaba qué había bajo las vendas, aunque a mi lado constantemente Magín me arropaba con los jirones de la manta térmica, me ofrecía agua, algo para comer o algo de ibuprofeno que llevaba en la saca. Al menos 5 horas así. Había que hablar, que distraer al accidentado y al velador. Hablamos de espeleo, de política, del mar y de las flores. Magín comprobaba cada poco tiempo si la bota se humedecía de sangre: no, todo iba bien. Me preguntaba constantemente si me cambiaba de postura o si tenía frío, si quería comer o beber o si me dolía mucho. También me preguntaba preocupado quién iba a venir, si sabrían actuar con diligencia y prudencia en esos malditos pozos con piedra suelta. -Los mejores, no te preocupes, todos unos máquinas, capaces, eficaces y sobre todo amigos míos. -¿Los conoces, entonces? -Perfectamente, mis amigos; tengo una confianza absoluta en que van a venir lo más rápidamente posible, los que haga falta y que van a hacer lo mejor para todos. -Es que si entra un mogollón de gente ya ves cómo están los pozos, va a empezar a caer piedra…terciaba -Tranquilo por ese lado, van a hacerlo muy bien. Y Magín asentía con una expresión de gallego sabio y volvía a buscar otro tema de conversación. El papel de mi acompañante en aquellas horas oscuras fue primordial para mantener la cabeza ocupada, en ningún momento perdió la calma o entró en lamentaciones. A las 8 y media nos pareció oír algo ...pero debían ser esperanzas nuestras. Ya no pueden tardar... Me recosté un poco y apagamos las luces para ahorrar algo de batería porque que nunca se sabe cuándo va a hacer falta, pero a los pocos minutos la postura hacía que me doliera más la pierna y volví a sentarme. A las 9, ya no pueden tardar.. Parece que se oye algo.. Sí, ya se oye algo, ya ha llegado el rescate. A 20 metros del suelo Mario ya estaba llamándome. Desde mi perspectiva, cuando le vi bajar con la camilla colgada del arnés, estuve a punto de derrumbarme. Sabía que iban a venir y el plazo era el mínimo esperado, pero me resultó emocionante verle llegar con la tranquilidad de quien entra por la puerta de un bar. Tras él llegó Irena, la médico, otra cara amiga, otra inyección de tranquilidad, David de vuelta….Un suspiro de alivio. La doctora inspeccionó la pierna, la volvió a vendar, ajustó la dosis de analgesia, me procuró un antiinflamatorio y valoró la perfusión en la zona distal a la herida. Parecía que todo estaba razonablemente bien y predijo que el peroné no estaba afectado porque la pierna mantenía cierta estabilidad. Fue reconfortante y esperanzador oírla decir aquello. A pesar de no haberme movido ni un metro, me sentí prácticamente en la calle. Me trasladaron información de cómo iban las instalaciones y de quién las estaba haciendo. Insistí, porque me sentía responsable, en el peligro de caída de piedras, no en vano en las horas que estuvimos allí abajo seguían cayendo chinas, el pozo amplificaba mucho el ruido de la caída y nos encogíamos un poco esperando que la lluvia no siguiera. Creo que dije (estoy seguro de que al menos lo pensé) que se tomaran todo el tiempo necesario para evitar males mayores. Luego también bajó Fredo Corral para ver cómo íbamos, otra inyección de tranquilidad. Valoramos entre todos la posibilidad de izarme sin camilla porque de esa manera se aminoraba la posibilidad de roces en los pozos que produjeran nuevos derrumbes, y tal vez yo pudiera equilíbrame un poco con las manos y la pierna sana. Irena dio el visto bueno, y decidimos entre todos intentar al menos el primer contrapeso conmigo colgado del arnés. Hacia las 11 y media, creo, ya estaba todo preparado para empezar el movimiento. El primer contrapeso empezó perfecto, suave y limpio en el que apenas tuve que apoyarme en la pared. A mitad de camino otra cara conocida, Rubén, un amigo y un extraordinario espeleólogo, actuando de contrapesista. Lo saludé emocionado, intercambiamos cuatro palabras y le ví alejarse mientras yo seguía acercándome un poco más a la calle. En la cabecera, de regulador, estaba David, que parecía imposible que estuviera en tantos sitios a la vez, pero que con su desdoble hacía que hubiera dentro de los pozos el menor número de socorristas. Tras un saludo de Fredo en la base del pozo de 60, y consensuándolo con Irena, decidimos seguir con el siguiente contrapeso sin camilla, porque a pesar de haber sido en el pozo más profundo donde cayó la piedra éste era el más peligroso. Otro contrapesista amigo con Koki y Berto Argos de regulador, ambos del Trasmiera, todo bajo control. Este contrapeso era algo más complejo que el anterior, pero me subieron sin problemas y la transición hacia el siguiente contrapeso encadenado se realizó también muy limpiamente. En la cabecera del siguiente contrapeso estaba mi compañero del club Josesito y en esa maniobra el que actuaba como contrapesista era Alberto, también compañero del Ozono y de tantas incursiones subterráneas. Fue una suerte ir encontrando caras amigas en todo el ascenso. Estábamos era un punto muy delicado del rescate. Como dijimos, la cabecera del pozo era un cono de derrumbe con mucho derrubio de todos los tamaños y por debajo había trabajando en el pozo unas 10 personas. Por la morfología de la torca cualquier piedra que cayera daría de lleno a la gente de abajo, porque ni siquiera en la base había ninguna posibilidad de protegerse. Se decidió, ya que mi pierna estaba bien estabilizada, que la salida del herido para salvar la cabecera del pozo desde el último contrapeso, fuera en el último lugar,tras haber evacuado al resto de socorristas. Entonces, con Josesito, esperamos a que fueran saliendo uno a uno todos los compañeros que estaban por debajo. Improvisamos una sujeción para la pierna lesionada con una pedala y tras el último de los socorristas, empezaron el izado en la parte más peligrosa de todo el rescate. Era un trayecto pendular en el que había que procurar no tocar nada del suelo o las paredes hasta poderme colocar al inicio del trayecto horizontal. En esa zona vital actuó Marcos como un mariscal de campo, minimizando el tránsito por la zona, vigilando que un descuido se convirtiera en un proyectil para los que había abajo, otro papel importante en el éxito coral final. Cuando quedé tumbado en el principio de la rampa horizontal fuera de la tolva del pozo me tranquilicé mucho. En parte porque veía la salida ya muy cerca y en parte porque nadie había salido herido al intentar sacarme. Después fue todo más fácil, más manos amigas, Ventis, Gonzalo en los primeros tramos, a los Greim en el meandro más estrecho…muchas manos que me empujaban de las que no veía el rostro. Me sacaron de espaldas, casi entre brazos, porque había mucho quiebro, cambios de nivel y zonas muy bajas. Mientras salía intentaba ayudar con mi pierna izquierda y todo me parecía mucho más amplio que cuando entré por la mañana hacía ya tantas horas. Me dio tiempo a pensar en lo subjetiva que es la memoria en relación a los espacios, pero no caí en el enorme esfuerzo de desobstrucción que habían hecho allí durante toda la tarde para ampliar la somera entrada que había. Allí pude reconocer a Rubén y Víctor del Trasmiera, los lebaniegos Javichu y Alex…. Paso a paso me fueron sacando a la calle. La salida desde la boca al prado era también un poco complicada para ir con una pata, pero en la mayor parte del trayecto Mario Y Gonzalo me llevaron en volandas. Esa fase es la que recuerdo más turbiamente, mucha gente animando, muchas manos ayudándome, mucha gente pendiente de mí ,recuerdo ver a Rana.. Intentaba saludar agradeciendo todo el trabajo que habían hecho por mí, pero a mucha gente de la que había a mi alrededor no la reconocía. Puede que fuera por la luz de los frontales o por la confusión de estar ya, por fin fuera de la maldita torca. Después todo fue muy rápido, muy cálido y muy cómodo, comparado con las horas que pasé dentro de la cueva. Me bajaron en todoterreno hasta Bustablado acompañado en todo momento por Irena y posteriormente en ambulancia hasta Valdecilla donde, de nuevo tuve cerca la mano amiga y a la vez experta de La doctora Tkachuk. Después entré en el mundo hospitalario donde me operaron la fractura en menos de 24 horas. Quiero agradecer el impecable trabajo de los que participaron, de un modo u otro, en el rescate: al ERIE de espeleosocorro de la Cruz Roja de Cantabria, a los voluntarios de Protección Civil de Arredondo y Ramales, al Greim de Potes, al resto de voluntarios de Cruz Roja, a aquellos que se ofrecieron a colaborar y que se quedaron en casa con las cosas cargadas en los coches dispuestos a salir, a mis compañeros del CD deportivo Ozono que se volcaron conmigo durante y después del accidente…. A renglón seguido pido perdón a aquellos que estuvieron o se ofrecieron y a los que he omitido mencionar, como he dicho tengo un recuerdo muy vívido de algunas fases, pero de otras estoy algo confuso. No quiero finalizar sin recordar algunas cosas, que pueden ser de utilidad a alguien que se pueda ver en un trance similar. En cualquier salida espeleológica se debe llevar un botiquín estandarizado de primeros auxilios, con vendas, gasas, algún antiséptico, férulas, y un mínimo de analgésicos y antiinflamatorios, etc. También, y no menos importante ,material para improvisar un punto caliente, es decir mantas térmicas o un poncho específico y una fuente de calor. En muchas ocasiones, porque prevemos que la actividad vaya a ser corta, porque discurra por terreno conocido o por ahorrar espacio en la saca, tendemos a suprimir ese material de socorro o lo abandonamos a media cavidad cuando exploramos para aligerar la marcha. Tener ese botiquín al lado puede significar, como poco ,un ahorro enorme de dolor para el herido, una prevención de lesiones mayores o la diferencia entre salir vivo o no de una cavidad. A fin de cuentas esa línea roja sólo tiene un palmo de ancha, el que separa a una piedra de tu cuerpo. Gracias a todos. |